Había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su
hijo había muerto.
Desde su muerte y durante años, no podía dormir. Lloraba y lloraba hasta que
amanecía. Hasta que un día, se le apareció un ángel en su sueño, que le dice:
¡Basta ya de llorar!
“Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más”- Le respondió el hombre.
El ángel le dice: -¿Quieres verlo?
Y al confirmarle que sí, lo toma de la mano y lo subió al cielo. – Ahora lo vas a ver,
quédate aquí.
A una orden suya, por una enorme acera empiezan a pasar un montón de niños
vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos,
como uno se imagina el cielo con los angelitos.
El hombre dice: -¿Quiénes son?
Y el ángel le responde: son los niños que han muerto en estos años, y todos los días
hacen este paseo con nosotros, porque son puros. ¿Mi hijo está entre ellos? – Preguntó
el hombre.
Sí, ahora lo vas a ver – le contestó, mientras pasaban cientos y cientos de niños.
¡Ahí viene! – avisa el ángel, y el hombre lo ve, radiante como lo recordaba. Pero de
pronto, algo lo conmueve: Entre todos, es el único chico que tiene la vela apagada.
Siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo. En ese momento, el chico lo
ve, viene corriendo y se abraza a él.
Él lo abraza con fuerza, y le dice: – Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz? ¿Por qué no
encienden tu vela como a los demás? Y su hijo le responde:
-Papá, sí encienden mi vela cada mañana, igual que la de todos nosotros, pero…,
¿sabes qué pasa? cada noche tus lágrimas apagan la mía.
Moraleja:
Dejemos el pasado atrás, tenemos vida aun y tenemos que seguir adelante, las cosas
que nos suceden, siempre es por algo, ya sea para aprender de ello, corregir errores, o
simplemente que aprendamos a vivir el día a día. A veces por quedarse viviendo en el
pasado nos perdemos de muchas oportunidades en la vida.
Luis Fallas
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